25 enero, 2011

-El Lobo Estepario (fragmento) de H.Hesse

 [...]      
       ¡Cómo se reía entonces el hombre siniestro, cómo reía de un modo frío y espectral, sin ruido, y, sin embargo, destrozando todo con su risa! Con placer íntimo observaba mis tormentos, daba vueltas a los malditos tornillos, manipulaba en el embudo de latón. Riendo, dejó que la música desfigurada, envenenada y sin espíritu, siguiera infiltrándose por el espacio. Riendo, me contestó:
       - [...] Es preferible que aprenda usted antes a escuchar. ¡Aprenda a tomar en serio lo que es digno de que se tome en serio, y ríase usted de lo demás! ¿O es que usted mismo lo ha hecho acaso mejor, más noblemente, más inteligentemente, con más gusto? No monsieur Harry; no lo ha hecho usted. Usted ha hecho de su vida una horrorosa historia clínica; de su talento, una desgracia. Y usted, a lo que veo, no ha sabido emplear a una muchacha tan linda, tan encantadora, para otra cosa más que para introducirle un puñal en el cuerpo y destrozarla. ¿Considera usted justo esto?
       - ¿Justo? ¡Oh, no! - grité desesperado-. Dios mío, si todo es tan falso, tan endiabladamente tonto y malo! Yo soy una bestia, Mozart, una bestia necia y malvada, enferma y echada a perder; en eso tiene usted mil veces razón. Pero, por lo que atañe a esta muchacha, ella misma lo ha querido así; yo sólo he cumplido su propio deseo.
       Mozart reía en silencio, pero, en cambio, tuvo ahora la excelsa bondad de desenchufar la radio.
       Mi defensa me sonó a mí mismo, de pronto, bien estúpida; a mi, que hacía un momento no más había creído sinceramente en ella. [...]
       - Harry- dijo-, es usted un farsante. ¿No había de haber deseado de usted realmente esta pobre muchacha otra cosa que una puñalada? ¡Eso, cuénteselo usted a otro! Vaya, y, por lo menos, ha tenido usted buen tino; la pobre criatura está bien muerta. Acaso sería ya hora de que se diese usted cuenta de las consecuencias de su galantería hacia esta dama. ¿O querría usted esquivar las consecuencias?
       -¡No!- grité-. ¿Es que no comprende usted nada? ¡Yo, esquivar las consecuencias! No anhelo otra cosa más que expiar, expiar, expiar, poner la cabeza debajo de la guillotina y dejarme castigar y destruir. [...]

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