Aún puedo ver
las luces de tu ciudad.
La burbuja donde habité,
se rompió hace tiempo.
Pero en esta ocasión
no escuchamos las campanas,
aunque esta vez fui puntual.
Buscamos el agujero
que había en la verja,
y quisimos ver amanecer
a través de ella...
colarnos en el agua
dulce y caliente...
y quizá,
amarnos por primera vez.
Nada de eso pudo ser...
El Sol nos cogió desprevenidos,
y de nuevo
nos cosió al asfalto derretido.
Salté, y caí.
Ahora me duele el cuerpo,
pero eso no va a impedir
que tal vez hoy
llegue hasta ti.
Vendrá el nuevo día
y no necesitaré tus promesas.
Me bastará con la mía:
ser siempre fiel a mí misma.