Y el viaje transcurrió como un sueño. Las cosquillas en mi cara y en mi vientre me recordaron que aún estaba viva, que era mortal.
No pensé en tí ni un segundo.
Sólo en mi... como a ti te gusta.
Quería disfrazarme, tocar el piano viejo y desafinado.
Saltar sobre la cama hasta llegar al cielo, hasta quedar exhausta...
Salir a la terraza y recibir al sol con los brazos abiertos como un lagarto de esos que salen en los documentales.
No escuchar las advertencias.
No seguir tus consejos.
Decir Sí y Sí! Y Si-empre SÍ!
Convertirme en vapor de agua y hacerme nube, para recogerme y desparramarme después en otros cielos.
Y me quedé dormida en unos brazos extraños, que no sabian abrazarme, pero que estaban allí.